Cada estreno de
Pedro Almodóvar supone un acontecimiento en España seguido por sus detractores y seguidores. El director español con mayor repercusión internacional, ha estrenado este nuevo film que se publicita como un cambio de registro en su estilo y una incursión en el género fantástico con etiqueta de terrorífico. En mi caso, voy a ver
La piel que habito intentando saber lo menos posible de su argumento, con la perspectiva de que normalmente me suele gustar su cine e interesado por las imágenes y opiniones que me han llegado desde el estreno hace menos de dos semanas.
El primer tramo de su metraje me descoloca, no encuentro afinidad emocional ni con los personajes ni con la historia y para nada me siento atraído por lo que la pantalla me cuenta. Además aparece en escena un personaje que me hace perder el poco tono conseguido, ese Zeca disfrazado de tigre de carnaval y toda la secuencia en la que participa.
Pero luego la historia retrocede temporalmente y el relato gana en profundidad. Lo que me dejaba indiferente, va ganando interés.
Antonio Banderas,
Elena Anaya y
Jan Cornet componen unos personajes envueltos en una relación morbosa y enfermiza que me atrapa. Me gusta el trabajo de
Marisa Paredes, de
Blanca Suarez, así como del resto de secundarios, como el siempre perfecto
Eduard Fernández o la guapa
Barbara Lennie (a la que descubrí hace poco en
Todas las canciones hablan de mí). En cuanto a la fuente de inspiración, la novela "Tarántula
" de
Thierry Jonquet, no conozco la referencia ni la echo en falta.
Ahora si que estoy pegado a la historia, encuentro los caminos, voy de la mano de las reflexiones sobre el arte, la ciencia, el amor, la venganza y otros temas que no pasan desapercibidos para mi mirada. Reconozco que este remonte tiene muy buenos puntos, que la película puede no ser apta para todos los estómagos o mentes bienpensantes, pero eso es marca de la casa, marca de Almodóvar y a mí me convence.
Aunque el tono sea otro a lo que nos tiene acostumbrados, a pesar de que el humor esté casi descartado (esa escena de los consoladores de distintos tamaños a mí no me causa risa, pero entiendo que algunos espectadores tengan esa risa tonta que dan los juguetes eróticos) y a que efectivamente suponga un cambio de registro con el resto de las obras del director; es innegable que es una película suya de principio a fin. Tiene su sello inconfundible, sus temas, su estilo como artista del cine. Y eso del estilo propio es algo que a mí me parece destacable cuando se convierte en algo tan personal visual y temáticamente, porque además es lo que le ha llevado a rodar grandes películas.
La piel que habito creo que va a ser un paso importante en la filmografía del manchego. Seguramente no tan comercial ni aplaudida por la crítica como sus películas más premiadas, pero tan necesaria para su evolución como La mala educación. Una película que diría que le sale de dentro, que no es indiferente su autoría, un título genial en la definición de sus intenciones (no importa la piel que habitemos porque seguimos siendo el de dentro de ella) y con una parte final espléndida que, definitivamente, me emociona y me deja sabor a buen cine.
Puede que sea irregular, que le cueste arrancar, que esa manera a saltos temporales de su narración no sea la adecuada, pero cuando termina salgo de la sala algo turbado, con mejores sensaciones que peores. Ahora al escribir estas líneas, decido quedarme en las tres estrellitas, pero cerca de conseguir un escalón más de los ya muchos en los que Almodóvar me ha llevado a subir con su cine.