Hace tiempo que he decidido ir a ver las películas de Pedro Almodóvar sabiéndo lo menos posible de ellas. Es muy difícil escapar a la repercusión mediática con que se bombardea cualquier estreno del manchego que es un experto publicitario de sus obras y al que la prensa le reclama más y más información sobre sus rodajes. Así que he conseguido llegar bastante virgen a la butaca del cine dónde me dispuse a contemplar la última película del director español más conocido y laureado internacionalmente.
Los abrazos rotos es un filme que mantiene el sello visual de su creador. La manera que tiene de narrar en imágenes una historia es inconfundible y eso lo consiguen pocos. A mí me fascina su perfección técnica que me sorprendió desde Mujeres al borde de un ataque de nervios porque hasta ese film, me parecía más un director de moda que alguien tan poderoso visualmente, tal y cómo ha revelado en el resto de su filmografía.
Lo que más me ha sorprendido de su última película es que el tono dramático se ha graduado de tal manera que se mantiene un buen equilibrio durante todo el metraje que favorece al conjunto del relato. Aquí no hay tantas concesiones al fan almodovariano y aunque sigue habiendo cameos y gags, no me han parecido tan fuera de tono cómo en otras de sus películas. Me he distraido menos y me ha gustado más el tono del relato. La historia está bien contada, tiene algunas escenas magistrales (la composición del puzzle fotográfico o el último beso de los amantes en la pantalla del televisor), y unas interpretaciones geniales. Penélope Cruz, Jośe Luis Gómez y Lluis Homar, bordan sus papeles y es innegable que Almodóvar sigue sacando lo mejor de los interpretes que intervienen en sus películas. Eso siempre lo ha hecho y no admite discusión.
Si hay una concesión en esta película es la parte que corresponde al rodaje de "Chicas y maletas", el filme que el personaje del director ciego rueda y que se revela cómo una especie de autohomenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios. Francamente me parece muy divertido y bien metido en el resto de la trama. No me sonroja que el mismo Almodóvar use un film de su propia filmografía cómo parte de una nueva historia, más bien me gusta que sea consciente de su utilización cómo un recurso eficaz que funciona a la perfección.
Cómo ocurre con todos los estrenos de este director, la mayor parte de la crítica española vuelve a destrozar su película. Almodóvar a pesar de su éxito de público sigue siendo un director con muchos detractores que no entienden los halagos y premios internacionales que siguen acaparando sus películas. A mí me parece un director con un estilo muy personal y voy a ver sus films con mucho interés al igual que veo los de Atom Egoyan, Julio Medem o Ki-duk Kim, por poner varios ejemplos de directores premiados y alabados por su estilo visual. Es verdad que en España se espera por muchos el estreno y el fracaso de una de sus películas pero ya es sabido la relación que se tiene en nuestro país con el éxito y la envidia. Más bien, como decía Fernando Fernán-Gómez, el deporte nacional de España no es la envidia sino el desprecio...porque cierta gente no tiene envidia por las películas de Almodóvar (es decir, no querrían hacer películas como las del manchego) sino que le desprecian como director (y piensan que sus películas son malísimas a pesar de que inexplicablemente sigan teniendo éxito). Es más fácil admitir que no te gustan pero que eso no implica que sean malas...
Porque no es difícil entender que no guste Almodóvar, a cada uno nos gusta unas cosas u otras por distintas razones y todo es discutible, pero tal vez el espectador habituado a la temática y estilo del habitual producto made in Hollywood no sepa escapar de ciertos estándares que no tienen nada que ver con el cine que algunos autores alejados de esos cánones siguen estrenando. Y Almodóvar sigue haciendo un cine imperfecto pero distinto e inconfundible. Con Los abrazos rotos no ha ido por los caminos trillados y el resultado final lo agradece.
0 comentarios :
Publicar un comentario