Cuarto largometraje de Pedro Almodóvar y el primero que recibe una atención importante a nivel crítico y de público. Las penurias existenciales de una ama de casa adicta a las anfetaminas que convive junto con su marido taxista, su madre que añora la vida en el pueblo, y sus dos hijos, uno camello y el otro chapero.
Con una estética feísta y con el humor inseparable al cine de su director, la acción transcurre en su mayor parte en el humilde piso familiar que esta familia comparte, junto con algún escenario de los alrededores: los lugares dónde la madre trabaja limpiando, la casa de la vecina que es una prostituta o el barrio dónde viven. Es allí dónde se cuenta lo que a mí me interesa, esa mezcla de realismo social con chispazos de diálogos y situaciones desternillantes.
En cambio, hay una serie de personajes que no aportan nada (los alemanes) y me hacen ver todas las carencias de guión, toda la dispersión hacia ningún lado que lo único que consiguen es hacer endeble el resultado general de la película.
No puedo olvidarme de la interpretación de Carmen Maura, de la estupenda escena final y del personaje de la abuela (Chus Lampreave), el personaje más entrañable de todos. Es un salto cualitativo en la filmografía del director pero todavía no forma parte de sus buenas películas que luego vendrán.
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