21 de febrero de 2011

BARRIO (1998) - Fernando León de Aranoa




Fernando León de Aranoa hace un cine social, comprometido; un cine reflexivo que se fija en los más desfavorecidos para contar unas historias que a mí siempre me han parecido necesarias. Historias de personajes que he echado de menos en la cinematografía española, muchas veces centrada en las clases acomodadas, en los burgueses, o en todo caso en las clases medias; y que con éste director se cubre un hueco que, sin ánimo comparativo, podría ser lo que Ken Loach hace en el cine británico.

Su debut en el largometraje fue con Familia, una historia original, que dio paso a que pudiese seguir dirigiendo con producción de Elías Querejeta, sus siguientes films, ya todos más metidos en esa mirada social que he mencionado. Barrio, Los lunes al sol, Princesas, Amador o los documentales Caminantes e Invisibles, son prueba evidente de esta característica inseparable de su cine. 

Barrio cuenta el verano de tres quinceañeros, chavales que forman grupo en un barrio del extrarradio de Madrid, el lugar dónde se mueven entre sueños, anhelos, deseos y esperanzas. Sus familias desestructuradas, la precariedad económica, el descubrimiento del sexo, el trapicheo, las horas que pasan muertas y su crecimiento personal con la premisa de "buscarse la vida". Fue premiada con tres Goya, dirección, guión y actriz revelación.

Me gusta tanto por el realismo de sus imágenes y personajes, como por su manera de soñar, de imaginarse que todo es mejor en otros sitios y en otras circunstancias. Pero si hay algo que me fascina de lo que me cuenta, son esas imágenes surrealistas del chaval repartiendo pizzas sin moto, de las flores robadas en las lápidas del cementerio que venden por la noche en los bares, de la modelo de cartón que roban del escaparate de una agencia de viajes y con la que bailan, de los chavales asomados a un puente viendo pasar el tráfico y eligiendo cual será su coche; de la moto acuática atada a una farola; de que, en definitiva,  consiga sacar poesía en un relato duro que no tira la toalla peleando por la esperanza.

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