Primera película que Harold Lloyd estrena como productor independiente después de su larga colaboración con Hal Roach, y que resultó todo un éxito de taquilla además de una de sus mejores creaciones. Cuando la estrenó, el cómico era el preferido del público, por encima de Buster Keaton y de Charles Chaplin.
Harold es un aprendiz de sastre con miedo patológico a las mujeres. Siempre que una chica está a su lado se muestra torpe, tímido y no deja de tartamudear. Eso no le impide usar su imaginación para escribir un libro sobre sus ficticias conquistas. Cuando viaja en tren a la ciudad para intentar que se lo publiquen conoce a la chica de la que se enamorará por primera vez.
Un relato construido con gran perfección. Es una bonita historia de amor con escenas llenas de gags y una trama elaborada que como colofón tiene la loca carrera del protagonista en diferentes medios de transporte, para evitar la boda de su amada. Esa parte final es toda una maravilla de tensión, con recursos originales y muy divertidos. Pero antes de ese final explosivo, me ha gustado mucho por como se cuenta la historia de amor.No quiero olvidarme de la guapa protagonista, Jobyna Ralston (especialmente bella en la larga secuencia del tren), en su segunda colaboración con Harold Lloyd.
A veces me parece ya casi una obra que necesita el sonoro para poder ser narrada porque hay muchos detalles argumentales en los que el sonido la enriquecería: el tartamudeo del protagonista, los diferentes silbatos que le sacan de él, o los diálogos. De todas formas, los intertítulos están muy trabajados y como muestra ese final tan espléndido en el que un "si" gigante da el punto justo de comicidad y romanticismo para una obra casi redonda.
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