Tiene todas las opciones para que me guste. Dirige Tarantino, trata sobre el cine de los 60-70 o salen dos actorazos como Leonardo Di Caprio y Brad Pitt. Y me gusta pero no tanto como me esperaba.
Un actor que no ha conseguido destacar del todo y su doble en las escenas de acción, mantienen relación de amistad aunque sean jefe y empleado, fuera de los platós. Asistiremos a rodajes, a conversaciones sobre el negocio del celuloide, a spaghetti westerns rodados en España o Italia, a nombres que me suenan y me interesan como cinéfilo y como punto final, a algo que ya sé antes de entrar en la sala: la amenaza de la familia Manson.
Lo que ocurre es que en el fondo, la película va cogiendo de aquí y allá sin definirse en una trama concreta, que los hippies no me parecen tan importantes salvo ver como se resuelve su conocido asesinato de Sharon Tatte y que, sobre todo, Tarantino vuelve a reinterpretar la historia a su manera. Ahora no es el Hitler de Malditos Bastardos ni el racismo en Django desencadenado, pero más o menos, se trata de cambiar lo que pasó por algo que a casi todo el mundo le parecerá mejor. Claro que aunque nadie me lo ha contado ya me lo espero y ese cambio no me hace tanta gracia como en sus anteriores películas mencionadas.
Tal vez lo mejor sea Brad Pitt y lo bien que rueda el director. Me hubieran gustado más escenas cumbres y cuando salgo del cine, hago un listado mental del resto de su filmografía y me doy cuenta de que hay muchas otras que me gustan más que este cuento sobre el Hollywood de aquellos años y eso que soy fan de muchas de las películas norteamericanas que se rodaron en esa época.
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