Después de Los olvidados pero antes de que ésta tuviera el éxito que redescubrió a Luis Buñuel en Europa, estrenó esta película que, sin que pueda considerarse una de las grandes del director, mantiene muchos puntos interesantes.
En primer lugar, vuelve a ser un producto para el lucimiento de la estrella mexicana Fernando Soler (segundo trabajo con Buñuel) pero esta vez dentro de un reparto más coral en la historia de una joven que escapa del reformatorio para alterar la vida de los habitantes de una hacienda.
Los hombres del lugar andan detrás de Susana y ella lo sabe por lo que utiliza todos sus recursos para atraer a los del sexo contrario. Es mostrada como una especie de demonio que desequilibra a los hombres y que provoca que el matrimonio esté a punto de romperse, el capataz sea despedido o el hijo de los dueños despierte al sexo hasta entonces ignorado.
Siendo un producto menor, la trama no pierde interés en ningún momento con un guión trabajado y un tono dramático muy bien conseguido. Esta vez el humor solo está presente en el personaje de la criada pero no emborrona el sentido trágico de la historia perfectamente urdida con la que Buñuel consigue un película más que correcta. Vale que el sentido machista de la trama puede ser más que maniqueo (la chica es el pecado y con su desaparición todo vuelve por el buen camino) pero no obstante, ese personaje se muestra como una metáfora del mal que destruye el bien que reinaba antes de su aparición.
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