Si tuviera que destacar un corto de la larga carrera de Charles Chaplin sería éste que, desde que lo ví por primera vez, hace más de veinte años, no he podido olvidar su genialidad como buen ejemplo de una obra sencilla dotada de un humor superlativo.
Chaplin está empleado en una casa de empeños dónde veremos sus quehaceres divididos entre las peleas con su compañero interpretado por John Rand, sus amoríos con la hija del dueño (Edna Purviance) y las veces que despacha con varios clientes. El humor pasa de la sutileza (guarda el almuerzo en la caja fuerte), la acción física (las peleas y acrobacias) a las escenas magistrales (el empeño del reloj) y sin duda, ya está llena de los recursos del británico así como del germen de muchas ideas que luego desarrollará en sus largometrajes.
Pero sobre todo, como decía al principio, lo que más me gusta es que es un cortometraje sencillo con ideas sencillas pero que explotan al límite las situaciones cómicas, seguramente muy trabajadas pero también fruto de la agilidad y espontaneidad de Chaplin como monstruo del humor.
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