Después de ver esta película, me queda más que clara la fama de George Cukor, de ser un director de mujeres. Adapta una obra teatral en la que solamente intervienen actrices, en una trama sobre un grupo de mujeres de la alta sociedad neoyorquina en la que los cotilleos amorosos son su mayor interés. El último de éstos es que el marido de una de ellas, le engaña con una empleada de una perfumería y a partir de aquí, los chismes, alianzas, enemistades, divorcios y reuniones, se suceden en este microcosmos femenino.
Lo que más me ha gustado es encontrarme con actrices en plena forma como Norma Shearer (un rostro que se me hace conocido y que asocio al cine mudo), Joan Fontaine (justo antes de sus actuaciones con Alfred Hitchcock), Joan Crawford (magnífica como la amante que roba el marido y le deja cuando ya se ha cansado de él), Rosalind Russell (una divertida comediante que me saca risas cada vez que aparece), Paulette Goddard (guapa e inolvidable actriz que trabajó en algunos de los clásicos de Charles Chaplin) o Mary Boland (esa condesa que colecciona maridos y no deja de decir "l'amour, l'amour").
Los hombres no aparecen, pero se habla continuamente de ellos, ya sea en esas reuniones femeninas, cuando van de compras, cuando se llaman por teléfono, van a un desfile de modas (escena en color en una película en blanco y negro), de compras o al salón de belleza. El paso del tiempo ha dejado bastante desfasada la ideología de esa mujer rica supeditada al hombre, que debe tragarse su orgullo para no perderle aunque él le ponga los cuernos. Ellos son tontos y débiles; ellas deben ser comprensivas. Hay que verlo consciente del paso del tiempo, de que ya hubo una revolución de la mujer, de la igualdad de géneros, de su independencia económica y sobre todo, de que todo es parte de una farsa que se ríe de la guerra de sexos.
Claro que también es sorprendente ese final de la década de los treinta norteamericano, en el que las mujeres ricas se divorcian, se ríen de las infidelidades, tienen asistentes, beben jerez, lucen vestuario variado, hacen gimnasia, montan a caballo y tienen teléfono en la bañera. Mis abuelos alucinarían al ver esto en pantalla grande. Yo lo hago 70 años después.
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