Un museo de cera de Londres dedicado a recrear hechos históricos, es compartido por dos socios: el que pone el capital y el artista que hace las figuras. El primero quema el museo para así poder cobrar el seguro de incendios, que le haga recuperar el dinero invertido. Durante el incendio el artista sufre quemaduras en su cuerpo al intentar impedir que toda su obra sea pasto de las llamas. Doce años después reaparece en Nueva York dónde pretende volver a montar un negocio de similares características.
Tapada históricamente por el éxito de su remake, House of wax (Los crímenes del museo de cera, 1953) - André de Toth; y rescatada después de que durante años se pensara que se había perdido; se trata de todo un clásico del cine de terror y misterio de los años treinta. Producida por la Warner y rodada en Technicolor de dos tonalidades, técnica que se uso poco y que le confiere un extraño aspecto visual.
La trama se divide en dos arcos argumentales que discurren en paralelo. Por un lado, la historia del creador del museo que en su locura quiere recrear las figuras de cera que perdió, usando moldes humanos y que además se muestra obsesionado cuando encuentra a la mujer que puede ser su obra maestra encarnando a María Antonieta. Y al mismo tiempo, tenemos las pesquisas de una periodista que investiga el caso con interés en encontrar una noticia que le mantenga en su puesto de trabajo. Ésta segunda trama fue eliminada por completo en el remake de 1953.
El peso principal de la interpretación recae en Lionel Atwill como el escultor de figuras de cera; y en Glenda Farrel como la periodista, con una personalidad independiente y audaz, muy propia del prototipo de la mujer norteamericana de la década de los treinta. La bella Fray Wray es la chica que el escultor querrá usar como modelo de la figura que más le obsesiona.
El director Michael Curtiz ya había dirigido algún film de género fantástico como The Mad Genius (El ídolo, 1931), El doctor X (1932) o posteriormente The walking dead (Los muertos andan, 1936).
Es inevitable las comparaciones de esta película con su remake, debiendo comenzar diciendo que éste es muy superior al film original. Lo más destacable es que resulta acertadísima la eliminación de la trama de la periodista, pero ya lo trataré mejor cuando comente el remake.
Aquí tenemos una historia interesante que se traslada de Londres a Nueva York, dónde el monstruo (el escultor deformado por las llamas del incendio) aparece poco: en la morgue, en el almacén del contrabandista y en la escena final en el laboratorio del museo. No se trata de un film excelente pero su visión me ha servido para compararlo con el remake y comprobar la maestría con que se rodó este último.
Tapada históricamente por el éxito de su remake, House of wax (Los crímenes del museo de cera, 1953) - André de Toth; y rescatada después de que durante años se pensara que se había perdido; se trata de todo un clásico del cine de terror y misterio de los años treinta. Producida por la Warner y rodada en Technicolor de dos tonalidades, técnica que se uso poco y que le confiere un extraño aspecto visual.
La trama se divide en dos arcos argumentales que discurren en paralelo. Por un lado, la historia del creador del museo que en su locura quiere recrear las figuras de cera que perdió, usando moldes humanos y que además se muestra obsesionado cuando encuentra a la mujer que puede ser su obra maestra encarnando a María Antonieta. Y al mismo tiempo, tenemos las pesquisas de una periodista que investiga el caso con interés en encontrar una noticia que le mantenga en su puesto de trabajo. Ésta segunda trama fue eliminada por completo en el remake de 1953.
El peso principal de la interpretación recae en Lionel Atwill como el escultor de figuras de cera; y en Glenda Farrel como la periodista, con una personalidad independiente y audaz, muy propia del prototipo de la mujer norteamericana de la década de los treinta. La bella Fray Wray es la chica que el escultor querrá usar como modelo de la figura que más le obsesiona.
El director Michael Curtiz ya había dirigido algún film de género fantástico como The Mad Genius (El ídolo, 1931), El doctor X (1932) o posteriormente The walking dead (Los muertos andan, 1936).
Es inevitable las comparaciones de esta película con su remake, debiendo comenzar diciendo que éste es muy superior al film original. Lo más destacable es que resulta acertadísima la eliminación de la trama de la periodista, pero ya lo trataré mejor cuando comente el remake.
Aquí tenemos una historia interesante que se traslada de Londres a Nueva York, dónde el monstruo (el escultor deformado por las llamas del incendio) aparece poco: en la morgue, en el almacén del contrabandista y en la escena final en el laboratorio del museo. No se trata de un film excelente pero su visión me ha servido para compararlo con el remake y comprobar la maestría con que se rodó este último.
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