Se iba a estrenar en pantalla grande pero la crisis del covid-19, la ha relegado a la plataforma digital que la produce. Así he visto esta película con protagonismo de Javier Gutiérrez al que, por cierto, no reconozco en el cartel.
Un publicista venido a menos tiene que abandonar con su familia el bonito piso en el que viven de alquiler y volver a su modesto domicilio de un barrio más modesto todavía. Ese es el punto de partida de la obsesión que éste tiene por los nuevos inquilinos de su anterior vivienda.
No tiene mucha explicación su deriva mental, su obsesión por estas personas que ahora viven en ese piso, pero ese "hogar" es lo que más añora de su vida anterior y ahí radica el conflicto. Pobre argumento pero suficiente para desplegar la maldad de un sinsentido que no hago más que cuestionarme según transcurre el metraje. El personaje de Mario Casas aparece como el contrapunto y su interpretación me resulta pobre.
Lástima de película que tiene tensión pero no llega a más por las pobres razones argumentales que el protagonista tiene para hacer lo que hace. Me gustó bastante más la otra película que conozco de los hermanos Pastor: Los últimos días.
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