De las ocho películas que Frank Tashlin dirigió con Jerry Lewis, ésta es la sexta. A mí es una de las que más me ha gustado de la filmografía del cómico norteamericano.
Un técnico en reparación de televisiones y radios es el desaparecido heredero de un millonario. El argumento es lo de menos para que el dúo Tashlin-Lewis nos lleven por un humor destructivo y surrealista, muy propio de los dibujos animados, con gags visuales como cuando se afeita con una maquinilla eléctrica la barba de un retrato en un cuadro o el disco con el sonido del tren que es tan realista que mueve la casa y hasta aparece el revisor.
Los personajes están muy bien definidos aunque estereotipados: la gordita simpática y feliz que va a heredar la fortuna y con la que intenta casarse el malvado abogado, el asesino torpe, el detective ligón y alcohólico o la guapa novia del protagonista que trabaja de enfermera. No importa porque funciona a la perfección y además tiene el aliciente de las curiosas máquinas cortacéspedes automáticas que persiguen a Jerry al final de la película. Todo queda en un buen entretenimiento bastante divertido.
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