Filigranas y Aceituno, son dos toreros que ese día trabajan en un la novillada de las fiestas de un pueblo. Uno es joven y con ganas de demostrar su valía, el otro ya es más veterano y algo cansado de un oficio en el que el miedo es el pan de cada día.
Antonio Román adapta la novela de Angel María de Lera, que cuenta en su reparto con Francisco Rabal (Aceituno) y el torero Rogelio Madrid (Filigranas), para dar una visión del torero nada mitómano. Aquí los diestros son dos pobres hombres que andan en el oficio por necesidad y que, esta vez, se encuentran en un pueblo dónde veremos desde los catetos mozos, la guapa chica que quiere escapar de la mediocridad (Silvia Solar), el alcalde, el cura o la banda de músicos.
El miedo espolea la historia: miedo a la vida, a la pobreza, a estar encerrado en un lugar sin esperanza, miedo al toro. Rabal está muy bien, solamente le veo un poco sobreactuado en la parte final pero más por el guión que por sí mismo. El director rueda con solvencia, tanto la corrida (que llega bien avanzado el metraje) como todo lo relativo al pueblo y sus gentes. Por cierto, la película fue rodada en Torrelaguna y sorprende que en pleno franquismo, se dejará estrenar una historia en la que para nada se ensalzan la valentía, la vida rural o simplemente la fiesta nacional.
Me ha gustado descubrir como uno de los secundarios a Angel Álvarez, el enterrador de El verdugo, que aquí hace de músico. De todas formas, es un actor de una larga carrera ya que solamente en este año de 1958, estrenó 13 films. Del director creo que solamente he visto Bombas para la paz (1959).
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