Dos amigos que viven separados por miles de kilómetros, se reencuentran porque uno de ellos tiene una grave enfermedad y el otro ha recorrido la distancia que les separa para visitarle.
Javier Cámara y Ricardo Darín bajo la dirección del siempre acertado Cesc Gay, son la base de esta historia de amistad y valentía rodada en las calles de Madrid. Emotiva, bonita, estupendamente interpretada y con una sensibilidad a prueba de esos tópicos de "película lenta", "no pasa nada" o "no me la creo".
Por mi parte, me quedo enganchado desde el primer momento y disfruto de los silencios de Javier Cámara casi tanto como de la genialidad de Ricardo Darín en estado de gracia. Truman, el intérprete canino de la película, también cumple su función y es una parte importante del argumento.
Cesc Gay sabe retratar a la perfección la amistad entre dos personas que no piden nada a cambio y también sabe contar una enfermedad sin caer en estereotipos ni buscar la lágrima fácil. Amistad entre hombres que es distinta de la de las mujeres, amistad sin necesidad de explicaciones simplemente porque es así y nada ni nadie lo puede cambiar.
Me emociona la escena entre los dos amigos en la calle cuando uno le dice al otro que nunca le pide nada a cambio y el abrazo con el hijo que vive lejos del padre enfermo. Me gusta como Cesc Gay cuenta la historia y disfruto con una película que deja huella y sigue marcando puntos muy altos en su gran filmografía.
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