Una familia se traslada en verano a un barrio parisino y allí la hija mayor, de solo diez años, se hace pasar ante sus nuevos amigos por un niño. Su aspecto físico consigue el parecido pero interiormente ella se siente también un niño.
Tercer largometraje de la directora francesa Céline Sciamma que trata con total elegancia el tema al que alude el título. Tomboy significa marimacho y Laure hace todo lo posible para ser un chico más de la pandilla que acaba de conocer: lleva el pelo corto, viste como un chico, juega al fútbol, se pelea con otro niño, simula un pene bajo su bañador y hasta se hace novio de una niña.
Sin juicios de valor ni sobresaltos argumentales, la historia va desarrollándose y el espectador sufre por la condición sexual de Laure que tiene que fingir ser lo que no siente que es. Su hermana menor participa del engaño pero sus padres lo desconocen y el drama se avecina cuando vamos comprendiendo que en cuanto empiece el curso escolar no va a poder ocultar que sexo esconde bajo sus ropas. Para resaltar es todo lo relativo al pene de plastilina: cuando Laure lo fabrica y como y dónde lo esconde.
Magnificas interpretaciones y sutil dirección que, pendiente de los detalles, nunca se permite escapar de un tono realista para contar el problema de la protagonista y además sabe finalizar con gran belleza. Cuando Laure fue preguntada por su vecina acerca de su nombre empezó la mentira al decirle que se llamaba Mickäel y al final simplemente le dice su nombre verdadero: un nombre femenino para un niño encerrado en un cuerpo de niña. Mi propósito es buscar el resto de la filmografía de esta directora.
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