Madeleine quiere entrar en el ejercito para aprender a sobrevivir en un futuro que ella ve nada halagueño. Arnaud hace su vida de una manera totalmente diferente, trabaja en el negocio familiar con su hermano mayor y si no la hubiera conocido, ni se hubiera planteado que hay que estar preparado para sobrevivir.
Primer largometraje de Thomas Cailley, galardonado en Cannes y con tres premios César, a la pareja protagonista y a la mejor opera prima. Premios que seguramente han sido el empujón para que se estrenara en España aunque, también es cierto, que por aquí se estrena bastante cine francés.
La historia avanza con interés. No es difícil tenerlo por esta joven que se prepara duro para una vida difícil aunque su presente sea acomodado en una familia de buen nivel económico. Como tampoco me cuesta empatizar con el chico carpintero que se enamora de ella mientras le instala una caseta en la zona de la piscina de la vivienda familiar. Personajes silenciosos, sobre todo la chica, que se están conociendo y que acaban juntos haciendo un curso militar.
Solamente un pequeño bajón narrativo cuando la pareja se queda sola en el bosque pero que acaba retomando el vuelo con el magnífico final, bien narrado (parece el fin del mundo y es solo un incendio que podía haber sido mortal) y que amplía más allá la historia de estos jóvenes que temen a un futuro incierto.
Aparte de la anécdota de que el hombre acabe siendo más fuerte que la mujer. el relato no profundizar en ellos pero plantea interrogantes ante los posibles futuros cambios en este planeta. Esos que muchos tenemos en mente, como si se acabarán los recursos, habrá una tercera guerra mundial o la inmigración del tercer mundo invadirá nuestra comodidad de ricos occidentales. Por lo tanto, sin nombrar las amenazas pero estando metaforicamente presentes por la actitud de Madeleine ante la vida, el combate tiene como objetivo seguir viviendo, sea como sea nuestro futuro.
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