El segundo largometraje de Nacho Vigalondo después de Los Cronocrímenes sigue con parecidas premisas argumentales al mezclar ciencia ficción y cotidianidad en la historia de una pareja casual que asiste a la invasión extraterrestre en su ciudad.
Julio y Julia despiertan en la casa de ella después de haberse conocido la noche anterior con la complicidad del alcohol. Descubren que no hay línea telefónica, televisión ni Internet porque una nave extraterrestre se encuentra en la ciudad. Los vecinos del inmueble han huído mientras ellos dormían la resaca menos Ángel, un vecino enamorado de Julia, que permanece allí y es la única persona con la que compartir la supervivencia.
Lo mejor de la cinta es descubrir que no importa el suceso extraordinario que viven los personajes porque lo único que les interesa es conseguir sus objetivos y superar los problemas de la vida cotidiana. El género de la ciencia ficción es solo una excusa para hablar de relaciones de pareja, de vecinos, de amantes y hasta de estrategias en el amor.
Una pena que pese a que el reparto prometía, Michelle Jenner, Julián Villagrán y Carlos Areces, el guión no hace más que caer en una simpleza tontorrona que pierde el fuelle de la situación inicial según va avanzando el metraje. Buen principio y buen final pero una parte central poco interesante a la que le sobra el pesado del vecino interpretado por Areces si bien es uno de los puntos humorísticos de una historia en la que la comedia gana protagonismo en los momentos más banales.
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