Vergonzosa secuela de Un franco, 40 pesetas (2006) dónde Carlos Igleisas como director-actor-guionista y productor, retoma los personajes de aquella para que vuelvan a reencontrarse en Suiza con motivo de la celebración de un bautizo.
Si en la película anterior había una bonita historia con sentimientos y humor, aquí todo queda desvalazado por una presunta comedia que resulta ser de un humor totalmente chabacano y muy antiguo, en la que abundan las escenas sonrojantes, los actores no pueden hacer nada por salvar un guión ridículo y ni siquiera se consigue cerrar las diferentes tramas de la acción (¿qué pasa por ejemplo con la supuesta hija suiza de Martín?).
Da un poco de pena comprobar el desacierto en todos los aspectos de la película y hasta cuesta salvar algo, por lo que es mejor olvidar que Carlos Iglesias ha realizado esta continuación a la que no vale la pena asomarse para empañar el buen recuerdo de su predecesora.
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