Sidney Lumet dirige su última película con 82 años y lo hace con las características que se le podrían atribuir a un director de una edad mucho menor: rodaje en digital, trama cortada con saltos temporales y violencia, sexo y drogas en el argumento. Parece que el anciano director quiso recuperar su brío detrás de las cámaras después de unos años con productos menores.
Porque Lumet, fallecido en el 2011, tiene en su filmografía grandes títulos como Serpico (1973), Dog Day Afternoon (Tarde de perros, 1975) o The Verdict (Veredicto final, 1982). Así que alguien que se ha puesto detrás de las cámaras para filmar películas de ese calibre, bien merece una despedida digna.
Con la escena del atraco a una joyería, se articula el relato que, con idas y venidas temporales, nos muestra a dos hermanos (excelentes Phylip Seymour Hoffman y Ethan Hawke) envueltos en una historia familiar de destrucción personal. El resto del reparto tampoco tiene desperdicio, destacando Albert Finney y Marisa Tomei.
Tampoco me parece una obra redonda como algunos la consideran pero sí que me ha conseguido enganchar y sorprender, tanto en lo bien urdido que está el relato como en la calidad de las interpretaciones. Buen film con gran pulso narrativo y digno merecedor de un cineasta como Sidney Lumet.
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