Un profesor de literatura en un instituto, recibe de un alumno, las contínuas redacciones en las que relata su relación con la familia de un compañero de clase desde que consiguió entrar en la casa de éste. Lo que comienza como un simple ejercicio escolar va convirtiéndose, tanto para el profesor como para el alumno, en algo más peligroso pero a la vez más interesante emocional y creativamente.
Adaptación de una obra teatral que desconozco del español Juan Mayorga, El chico de la última fila, la historia consigue enganchar desde el inicio pero se escapa de la genialidad por varias razones, entre las que de manera principal está esa mezcla de realidad y ficción, con la incorporación del profesor a las escenas que se nos presentan como la parte relatada por el alumno en sus escritos, la que me hace salirme de la trama y de la fascinación con que la historia me envolvía.
No niego que los actores están soberbios. Me gusta mucho la solvencia de Fabrice Luchini y la espléndida Kristin Scott Thomas así como el misterio que transmite el joven Ernst Umhauer; pero creo que la película podría haber estado mucho mejor y más aún cuando el final vuelve a ser genial con esa clara referencia a Rear Window (La ventana indiscreta) de Hitchcock. Anteriormente a ese final también encuentro que no me convence la evolución negativa del matrimonio entre el profesor y la galerista por la manera en que está contada. En cuanto a las reflexiones sobre el arte, la creación literaria o los deseos insatisfechos, entran en el cesto de los elogios que esta buena película, que no espléndida, atesora sin discusión.
Repasando la filmografía de François Ozon, solamente he visto Swimming Pool (2003) y Bajo la arena (2000), aunque la mayoría de sus películas no se han estrenado en España.
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