El debút de Jonás Trueba con Todas las canciones hablan de mí, me pareció excelente. Esa película me dejó claro que su director era un valor a seguir. Con su segundo largometraje, sigue en cierta manera la senda que comenzó en esa primera película. Vuelve a utilizar a personajes jóvenes interesados en la cultura de los libros, las películas o las canciones, que en este caso buscan hacer cine y que en su ilusión creen que lo conseguirán.
Todo ello con el marco de fondo de Madrid. En los alrededores de Antón Martín dónde se encuentra la filmoteca, en la libreria 8 1/2, en los cines de versión original (Renoir, Verdi, Golem, Ideal o el Pequeño Cine Estudio) así como en algunas de las marcas narrativas que ya caracterizan a su director como el desenfoque como recurso o la división en capítulos de la trama. El aire de nouvelle vague sigue sin abandonarle.
Sin embargo, esta vez y a pesar de que algunas de las cosas que tiene esta película me gustan, como la relación entre León y Sofía o ese final con las niñas jugando con las cintas de VHS, en general, me resulta una obra más distante, fría, amateur (en el sentido de "algo sin acabar") y que no consigue atraparme ni por sus personajes ni por ese juego entre documental y ficción que las claquetas que aparecen subrayan continuamente.
Me parece que Jonás Trueba ha hecho una película más teórica en sus formas que interesante en el contenido. Sin duda es un ejercicio arriesgado de alguien que ama el cine pero también es un darle vueltas a una idea y a unos personajes que no me aportan mucho como espectador salvo contemplar la rueda vital de esos cinéfilos enganchados a la pantalla más que a la realidad y que solo hacen que mirar a su propio ombligo pero que, de esa manera en que está planteada, es imposible que consigan conectar con un gusto mayoritario del que paga la butaca de una sala.
Es cierto que el director sabe que su film no tiene cabida en el mercado normal de la exhibición y así lo ha exhibido en festivales o lo ha visto relegado de un lugar propio en la cartelera. El rodaje con amigos, una cámara de 16 mm, actores desconocidos y presupuesto ínfimo, le abocaban a ser parte de ese cine llamado invisible. También que hacer las cosas así es una opción válida porque lo importante es rodar películas y está claro que él se va a dedicar a ésto por venir de la familia que viene y porque siente al cine como su territorio. No creo que tardemos en volver a ver por dónde siguen sus pasos.
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