Mientras los inicios de Álex de la Iglesia me gustaron muchísimo (Acción mutante, El día de la bestia y Perdita Durango) y luego tengo en buena estima a algunas de sus siguientes películas (Muertos de risa y La comunidad); también es cierto que suele dejarme desencantado la buena pinta que tienen sus proyectos con el resultado algo irregular de otros de sus films (800 balas, Crimen ferpecto, Los crímenes de Oxford o Balada triste de trompeta).
Es cierto que el vasco pone mucho entusiasmo en sus creaciones y eso se nota pero también que por el camino, puede perder rigor narrativo y dejarse llevar por el exceso lo que, en definitiva, muchas veces no lleva más que a firmar un producto no logrado del todo.
Claro que con Las brujas de Zugarramurdi, a mí me gana desde el principio, ya que consigue un tono de comedia terrorífica que me lleva a disfrutar de toda su irregularidad excesiva y así me congratula reencontrarme al mejor Álex de la Iglesia en años.
La historia no se anda con chiquitas. Es pura comedia y así se disfruta mejor. No es solo el simpático personaje de Mario Casas sino que el resto de criaturas y el tono general de producto conseguido por creer en lo que se está haciendo, es lo que lleva a que el film funcione. Además la parte final (para mí lo peor del film) ya es alocada a más no poder con efectos especiales, monstruos, persecuciones, concesiones al público, locura colectiva y unas cuantos más saltos al vacío.
No obstante es en el metraje anterior cuando la película me ha encantado con esa historia tan cómica que parodia el cine de terror y demuestra el amor de su director por el cine popular: el terrorífico, el cómico, el cine de tebeo que no se preocupa de la verosimilitud de la historia y solamente está al quite para divertir tanto a los que están dentro de la historia como a los que estamos sentados en la butaca.
Tengo que confesar que ya me había perdido como devoto de su cine (ni siquiera he visto a día de hoy La chispa de la vida) pero después de Las brujas..., me he acordado de aquel proyecto de que dirigiese un film sobre Fumanchú que hace años me tenía ilusionado.
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