Tercera entrega de las cuatro películas que han formado la saga de La gran familia. Las dos anteriores son La gran familia (1962) y La familia y uno más ( 1965); y la que le seguiría es La gran familia...30 años después (1999).
Fernando Palacios, el director de las dos primeras, falleció el mismo años del estreno de La familia y uno más; continuando Pedro Masó, con esa labor, habiendo ya intervenido tanto en la producción como en el guión de la saga.
Han pasado 14 años desde la película anterior y ahora se nos cuentan las andanzas del padre y el padrino que deambulan de casa en casa de varios de los hijos para llegar a la conclusión final de que deben vivir su propia vida. Las cosas han cambiado, ya todos los niños se han hecho adultos y los problemas han pasado a ser más individuales, sin que ya exista la piña familiar de las primeras entregas.
Así la película muestra el choque cultural de los viejos frente a la juventud, un humor más chabacano y menos "para todos los públicos" pero con la misma moralidad trasnochada e ideario católico de los anteriores títulos. Alberto Closas y José Luis López Vázquez son la pareja de viejos desorientados por los tiempos modernos que buscan el cariño familiar, pero solamente acaban peleando contra consuegras, estatus sociales, negocios que no comparten o vidas que les son ajenas; destacando el sexo como ese lugar al que las anteriores películas nunca visitaron y que aquí inevitablemente aparece como debe de ser en toda comedia española de los años setenta.
Se mantienen a algunos de los anteriores actores que repiten sus personajes en la etapa madura, como María José Alfonso, Carlos Piñar o Jaime Blanch, y se echa mano de la nostalgia con las las escenas en blanco y negro de las otras películas en varios flash backs.
En resumen, la historia de la familia Alonso avanza con evidente desencanto, mostrando como los tiempos han cambiado, y como se echan de menos esos años en que la mirada católica en la España franquista era la única válida. Parece que ese es el mensaje trasnochado y más que apolillado, que Pedro Masó defiende a ultranza con sus personajes. Ellos acaban corriendo pero a mí también me dan ganas de salir corriendo sin mirar atrás. La gran familia se mantiene como un clásico del cine español, con sus defectos y virtudes, pero continuaciones como ésta son simplemente una mancha sin sentido y una manera de exprimir a los personajes originales.
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