La gran familia (1962) fue un gran éxito popular en la España de la década de los sesenta, del que no se descubre nada diciendo que se hizo para animar a la natalidad en nuestro país, no en vano fue declarada de interés nacional por el franquismo. Fueron tres las secuelas que continuaron la historia: La familia y uno más (1965), La familia, bien, gracias (1979) y La gran familia...30 años después (1999). Creo que las he visto todas menos la última.
Toda la carga ideológica y religiosa de la primera entrega, se repite en esta primera secuela dirigida también por Fernando Palacios. Había que sacar partido a que quedaran grabadas en el imaginario del espectador español las partes más famosas de la primera entrega: los padres ( Alberto Closas y Amparo Soler Leal) visitando cada una de las habitaciones de su generosa prole a la que mantenían con gran exfuerzo, el divertido padrino (Jośe Luis López Vazquez) víctima de los niños más gamberros, toda la familia viendo por la ventana el televisor del vecino; o la escena en que el pequeño Chencho se pierde en la Plaza Mayor de Madrid para desesperación de su abuelo (José Isbert).
En ésta La familia y uno más se continua con menos acierto, pero con evidente mismo ideario tanto fílmico como argumental. La madre y el abuelo murieron, el padre viudo tiene alguna pretendiente pero se debe a su familia, el padrino sigue soportando las travesuras de los niños y la familia es un abanico que pretende representar a todo tipo de hijos: el deportista, la niña perfecta ama de casa, el empollón, el travieso, el que estudia lo mismo que el padre, el que trabaja porque es mal estudiante, la hija que se casa,... La película se ve con una sonrisa tanto por alguna situación simpática como por ver como el tiempo ha pasado sobre ella y ésto por suerte porque se hicieron todavía dos secuelas más, de una historia que ya aquí ha perdido completamente el fuelle de la obra original.
Toda la carga ideológica y religiosa de la primera entrega, se repite en esta primera secuela dirigida también por Fernando Palacios. Había que sacar partido a que quedaran grabadas en el imaginario del espectador español las partes más famosas de la primera entrega: los padres ( Alberto Closas y Amparo Soler Leal) visitando cada una de las habitaciones de su generosa prole a la que mantenían con gran exfuerzo, el divertido padrino (Jośe Luis López Vazquez) víctima de los niños más gamberros, toda la familia viendo por la ventana el televisor del vecino; o la escena en que el pequeño Chencho se pierde en la Plaza Mayor de Madrid para desesperación de su abuelo (José Isbert).
En ésta La familia y uno más se continua con menos acierto, pero con evidente mismo ideario tanto fílmico como argumental. La madre y el abuelo murieron, el padre viudo tiene alguna pretendiente pero se debe a su familia, el padrino sigue soportando las travesuras de los niños y la familia es un abanico que pretende representar a todo tipo de hijos: el deportista, la niña perfecta ama de casa, el empollón, el travieso, el que estudia lo mismo que el padre, el que trabaja porque es mal estudiante, la hija que se casa,... La película se ve con una sonrisa tanto por alguna situación simpática como por ver como el tiempo ha pasado sobre ella y ésto por suerte porque se hicieron todavía dos secuelas más, de una historia que ya aquí ha perdido completamente el fuelle de la obra original.
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