Los hermanos Dardenne ofrecen un nuevo film social en el que un niño busca a su padre después de que le haya abandonado en una casa de acogida. Estos directores belgas, de los que solamente he visto La promesa (1996), no cargan las tintas en el relato pero lo ponen al servicio de una historia que retrata una situación angustiosa para un niño que pierde sus raíces familiares.
Samantha, una mujer que regenta una peluquería, se hace cargo del niño después de un abrazo casual y que crea entre ambos un vínculo afectivo que suaviza el tono del relato. Por lo menos, hay esperanza y ésta viene de una persona que se compromete con un niño desarraigado.
El relato avanza con sus decisiones narrativas, sin aspavientos, a golpes de situaciones concretas en un estilo que va mostrando escenas (el salto de una a otra no siempre es fluido) para mostrar lo esencial, lo que se quiere contar. El resultado es que está muy bien contada y se sigue con interés el devenir de este niño casi siempre montado en su bicicleta.
Para ello también se nutre de buenas interpretaciones, tanto del niño protagonista como del actor que encarna a su padre, pero también por una actriz bastante conocida en el papel de Samantha, ya que la atractiva Cécile de France ha participado, por ejemplo, en Hereafter (Más allá de la vida, 2010) de Clint Eastwood.
En definitiva, la película llega a sus objetivos y es una buena muestra de un cine comprometido con los problemas sociales, con las historias personales, con una forma de contar las cosas sin trucos ni golpes de efecto. Tal vez no consigue ser una obra de arte poética pero sí que es puro cine social realizado con buenos ingredientes.
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