23 de junio de 2011

MIDNIGHT IN PARIS (2011) - Woody Allen

 


El nuevo estreno de Woody Allen nos lleva a la capital francesa, en este tour europeo en que se ha convertido gran parte de su última filmografía. Se trata de una obra en la que es fácil reconocer el estilo del director, una película para los que disfrutamos desde hace décadas con la dosis anual de su cine, y tal vez una irregular película para los que todavía piensan que Match Point es su film más redondo, porque aunque a mí me guste mucho, considero que la esencia del cine del neoyorquino sigue estando más en lo que aquí se cuenta y en cómo se cuenta que en la tan alabada película que supuso el descubrimiento de un Woody Allen distinto al comediante habitual.

En resumen, Midnight in Paris, tiene todos los ingredientes de su cine. El protagonista interpretado por Owen Wilson (del que yo no confiaba pero acaba convenciéndome)  es el alter ego de los que tantas y tantas veces el propio director ha encarnado: y luego están los avatares de las relaciones en pareja, la música, el amor por la ciudad, los gags ingeniosos y su genial oficio de narrador. Me cuesta no contar lo que ocurre en la trama, así que si alguien lee estas líneas y no la ha visto, mejor que no siga....

Un exitoso guionista de Hollywood está escribiendo una novela y su estancia en París con su prometida y futuros suegros, le lleva a desear vivir en esta ciudad tan vinculada al arte. Así que una noche sus sueños se convierten en magia y realiza un viaje al pasado, a los años veinte, con lo que conoce a gente como Hemingway, Picasso, Fitzgerald, Dalí o Buñuel, entre otras personalidades de la época.

Un viaje a la década de los años veinte que en compañía de una bella mujer de la que se enamora, hará después todavía más hacia atrás, hasta la belle epoque, para allí darse cuenta de que la nostalgia es patrimonio de cualquiera, viva en la época que le toque vivir, ya que siempre hay alguien que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Brillante idea contra el descontento de cualquier individuo, nostálgico de otros años no vividos que parece concluir con un canto al disfrute del presente. Además no puedo obviar la  recreación maravillosa de ese París que existe en el imaginario colectivo, claro que también visto desde la mirada de un norteamericano. Una bonita película de Woody Allen, que entre risas y ocurrencias, acaba dejando paso al amor bajo la lluvia y que plasma una ciudad parisina bella y hechicera.

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