Después de Grandma's Boy, Harold Lloyd seguía con un nuevo largometraje. Ahora vuelve a apostar por la comedia como elemento primordial. Aquí es un doctor con una forma moderna de curar a sus pacientes. Lo importante es la alegría y ganas de vivir, más que los cuidados y medicinas tradicionales.
La hija de un señor rico está enferma (la chica seguía siendo Mildred Davis) y no mejora, aunque su padre tiene a un doctor que se encarga exclusivamente de ella. El doctor Jack le aplica otro tramiento: se disfraza para darle emociones y además se enamora de ella.
La película tiene buenos gags y escenas bonitas como cuando el doctor cura a la muñeca de una niña o al chaval que no quiere ir al cole y se hace el enfermo. Es divertida y alegre, rebosando optimismo y también fue un gran éxito que superó el de su anterior estreno.
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