Una de las sensaciones cinematográficas del año es esta reinterpretación del personaje malvado de los cómics de Batman que aquí escapa de ese lugar habitual para contarnos la historia de un personaje que evoluciona en su enfermedad mental por una serie de circunstancias.
No está de mas destacar que todo gana con la soberbia interpretación del gran Joaquin Phoenix, actor que me tiene más que ganado con otras actuaciones en grandes películas como Two lovers, Irrational Man, Her,...; siendo para mí el mayor aliciente de la película.
Toda ella está envuelta en irrealidad por la mente del protagonista que vive en un estado donde la ficción se mezcla con lo que de verdad le ocurre. Hasta ahí me meto en la historia y la disfruto pero eso no me pasa cuando el mito del Joker aparece con más fuerza. El baile en la escaleras, el final en el psiquiátrico, la escena en la calle con los coches y sus seguidores; se me hacen más anodinas porque buscan el beneplácito de un público que ha ido a por eso cuando ha comprado la entrada. Me hubiera quedado mejor en el relato de su enfermedad sin las notas discordantes de enlazar al personaje con el Joker de los cómics pero supongo que en eso también está su gracia y por eso se llama así.
Del director no hay nada anterior destacable. Sus éxitos con Resacón en Las Vegas y sus continuaciones, o aquella tontería de Starsky & Hutch, que revisitaba de mala manera la famosa serie televisiva.
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