Ha tenido repercusión en los premios Goya por el conseguido como actriz protagonista por Natalia de Molina. Antes había ganado otros premios, por ejemplo, el de mejor película en el Festival de Málaga. La actriz ya había sido premiada como mejor actriz revelación por Vivir es fácil con los ojos cerrados.
Primer largometraje de Juan Miguel del Castillo, que también es guionista. La consigo ver en el cine porque ha sido reestrenada después de los premios Goya.
Se me hace algo sobria la narración. Echo de menos un poco más de escapatoria a un relato realista que no concede casi nada a la poesía ni a las muestras de creatividad. Se cuenta lo que se cuenta y salvo contadísimas excepciones: la celebración del partido de fútbol Italia-España, la banda sonora con los golpes en la puerta al hacer el desahucio o la escena en que la vecina le deja a Rocío, una bolsa de la compra en la puerta de su casa, con las cosas que ella le había robado anteriormente; no deja lugar para más que mostrar lo que quiere mostrar sin concesiones. Lo malo es que esa decisión narrativa no me hace más dura ni más impactante la historia, sino más aburrida. Una diferencia muy clara con un cine social como el de Fernando León de Aranoa.
Es la protagonista la que salva la acción, la que llena la pantalla (al niño lo veo más limitado), la que está siempre bien y empuja hasta la tercera estrella. Si hay algo que destaco, es que se subraye que los bancos fueron rescatados mientras que se desahuciaba a mucha gente de sus casas, y que no se eche mano de droga, alcoholismo, prostitución o cosas por el estilo, para dar más pena al espectador. Sobriedad y corrección por ese lado.
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