Argumento: La mujer de un prestigioso abogado de Hawai queda en coma después de un accidente y éste tiene que replantearse su vida, haciéndose cargo de dos hijas a las que ve poco y buscando al amante de su esposa.
Director: Alexander Payne llevaba siete años sin rodar un largometraje desde Sideways (Entre copas, 2004).
Actores: Un magistral George Clooney acompañado por el descubrimiento de Shailene Woodley que hace el papel de su hija.
Crítica: Buen guión y una puesta en escena naturalista propia del estilo de su director al que se le reconoce la mano para narrar un relato en el que priman los personajes pero no se olvida de dar continuas pinceladas de lo que les rodea.
Entre el drama y el humor, el personaje principal se ve envuelto en una espiral de sentimientos cuando su mujer queda en coma y tiene que ocuparse del cuidado de sus hijas. Labor que queda en manos de George Clooney, un actor cada vez más soberbio en su trabajo, sin miedo al ridículo, con muchos matices y cubierto del don de la interpretación que caracteriza a los grandes. El resto de secundarios están perfectos y definen el cuidado que Payne pone en la elección y dirección actoral.
El resultado final consigue superar la calidad media de lo que nos llega de USA pero no llega a la excelencia que roza por momentos. No sé si es el tono, si algunas escenas que me chirrían (Clooney discutiendo con su esposa en coma) o es que si mis expectativas después del último estreno del director, Nebraska, no se ven colmadas por el rescate de este trabajo anterior que he recuperado directamente de un pase televisivo.
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