Jordan Belfort es un broker de la bolsa neoyorquina que monta su propio negocio vendiendo acciones de empresas que no tienen valor con una entidad bursatil formada por un grupo de empleados a los que alecciona para conseguir estafar a los clientes de manera que el dinero entre sin límites en sus propios bolsillos. Y de la mano de este personaje se nos muestra toda su codicia en una espiral de sexo y drogas sin fin.
Scorsese con un ágil estilo narrativo que recuerda a otros de sus films como Goodfellas (Uno de los nuestros, 1990), es todo un maestro en sacar partido de una historia desenfrenada en la que estos ladrones de guante blanco sustituyen a los habituales gánsteres de sus películas, para lo que cuenta con una magnífica actuación de Leonardo DiCaprio que consigue una de sus mejores interpretaciones y que además está acompañado por un gran plantel en el que destaca Jonah Hill como el socio del corrupto broker.
El resultado final aunque consigue buenos momentos, mucho humor y recursos narrativos más que adecuados a un relato tan loco (como, por ejemplo, que el protagonista se dirija directamente al espectador); no se acerca a la excelencia ni de lejos y ni siquiera tiene el nivel de las mejores obras de su director.
Me gusta que Scorsese no se corte y se atreva a todo. Que no haya límites en mostrar la desaforada voracidad sexual y de sustancias tóxicas de los protagonistas pero esa locura (que es cierto que muchas veces es muy divertida) no es suficiente argumento para elevar al film por encima del adjetivo de buena película.
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