Dean Martin y Jerry Lewis formaron pareja cinematográfica en 1949 con My friend Irma y hasta su ruptura en 1956, rodaron un buen puñado de películas en la productora Paramount que se cimentaron desde el principio en la diferencia entre el personaje serio y el cómico, explotado por otras parejas como Abbot y Costello. Diecisiete películas avalaron su éxito en las pantallas norteamericanas.
En esta ocasión y aunque lo que su título y argumento promete, es una parodia del cine de terror, lo mejor del film está en toda la primera parte en la que lo importante es la originalidad y brillantez de algunas de las secuencias que luego quedaran como lo más perdurable de una historia que, a medida que llega a la casa terrorífica dónde se supone que se va a rematar el show, acaba siendo más previsible, aburrida y mediocre.
Una verdadera lástima porque no puedo dejar de mencionar secuencias como la presentación del personaje de Jerry Lewis (un reguero de espaguettis nos llevan hasta el personaje de camarero que va con una bandeja), el desdoblamiento del cómico con su reflejo en el espejo con el que habla o cuando Dean Martin lo utiliza como si fuera un muñeco de ventrílocuo. Por otra parte, los números musicales no están muy logrados aunque me agrada encontrarme con los interpretados por Carmen Miranda y es curioso el travestismo que hace Jerry Lewis para cantar una de sus canciones.
Es en esa mencionada parte final cómico-terrorífica cuando me aburro con lo que me están contando y no le veo la gracia ni siquiera a la bella actriz Lizabeth Scott que se pasa un buen rato en traje de baño. Por lo menos, todo se remata con un buen chiste en el que se homenajea a Bob Hope y Bing Crosby, otra pareja cinematográfica rival en esos años de Martin y Lewis.
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