La caída del muro de Berlín contada desde un punto de vista original y divertido. Una mujer enferma se encuentra en coma durante la unión de las dos Alemanias y cuando se despierta del trance, su hijo decide mantener la idea de que siguen viviendo en la parte comunista, para que así ella no sufra un shock que le pueda quitar la vida.
Con un argumento que sabe escoger los momentos y situaciones, tanto emocionales como históricas; la película avanza entre una serie de personajes muy bien definidos y una trama que sabe interesar tanto a un berlinés como a cualquier espectador que entre en la vida de esta familia y aledaños que mantiene la farsa del Berlín del este en beneficio la supervivencia de la mayor del clan.
El director no se ha prodigado mucho en esta labor y echando un vistazo a su filmografía, solamente ha dirigido cuatro largometrajes de los que a España ha llegado este que reseño y Das Leben ist eiee baustelle (La vida en obras, 1997) que no he visto.
Los actores son la guinda absoluta de la historia. Absolutamente todos están de maravilla en sus papeles, claro que cada uno de los personajes son una joya muy bien definida y jugosa que interpretar. De aquí salió el empujón a Daniel Bruhl que luego ha llevado una carrera plagada de éxitos, de la que destacar Die fetten Jahre sind vorbei (Los edukadores,2004), Salvador (2006) o Inglorious Basterds (Malditos bastardos, 2009); así como reseñar otros films como 2 Days in Paris (2007), The Bourne Ultimatum (El ultimátum de Bourne, 2007), y dos estrenos actuales como Intruders y Eva.
La película es un ejemplo de cine europeo que sabe jugar las bazas de la comercialidad, entretenimiento, buena historia y desarrollo perfecto. Fue premiada en los Premios Europa y sigue siendo un film a disfrutar de principio a fin.
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