Como contaba hace meses al reseñar la primera de las películas de la saga Millennium, no he leído las famosas novelas de Stieg Larsson, lo que no me impedió que esa primera adaptación me gustara. Ahora, en cambio, creo que todo lo que allí elogiaba aquí brilla por su ausencia: entretenimiento, interés por la pareja protagonista, intriga o alegría porque la cinematografía sueca se hubiera atrevido a realizar un film que lo más normal es que cayera en manos de la industria estadounidense. Cosa que, por otra parte, ya se ha anunciado que va a ocurrir
No puedo con una película con evidente factura televisiva y sus imágenes me echan para atrás. Hay algunas escenas que rechinan y no merecen haber sido estrenada en pantalla grande, con una narrativa cutre, montaje ridículo, pocos medios y creando un trabajo endeble que ni me interesa ni consigue meterme en la historia.
El director no es el mismo que en la primera película. Aquí la labor la desempeña Daniel Alfredson que además se encargará de la tercera entrega y de la serie televisiva. Pues está claro que esto es más de pequeña pantalla que de cine, un producto cutre y hecho sin ganas o tal vez sin talento. Por cierto, el director es hermano del que hizo la fascinante Déjame entrar. Ya podía haberle pedido ayuda a su hermanito...
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