Hay una hornada de comedias norteamericanas que traen una mirada divertida, transgresora e irrespetuosa sobre las relaciones de pareja. No he visto muchas pero no paro de leer cosas sobre este subgénero de comedias, que herederas del legado de los hermanos Farrelly, son gamberras, escatológicas y a veces por su valentía y gamberrismo, aciertan con las teclas de la risa, que al fin y al cabo, es lo que hay que pedirle a éste tipo de películas.
Jud Apatow es el director-productor más presente en alguna de ellas y poco a poco, nos van llegando cada vez más películas que erosionan el género de comedia romántica (romcom) para desatornillarle todos los tópicos que allí están asentados.
En esta ocasión es un peso pesado, Ivan Reitman, el productor de Te quiero tío. La premisa argumental es que un hombre que está a punto de casarse, se da cuenta de que no tiene amigos de verdad, cuando su prometida tiene a su alrededor un buen grupo de amigas íntimas y confidentes. Así que su objetivo es encontrar a ese amigo del alma que le ayude a sentirse un poco menos solo.
Divertida, con escenas para reírse a carcajadas y otras para sonreír por la mirada acertada sobre hombres y mujeres; avanza hacia la previsible boda final (¡que pesaditos los norteamericanos con las bodas como happy-end), y por el camino nos muestra a unos treinteañeros que se buscan en los otros y que inevitablemente nos llevan a mirarnos a nosotros mismos en el espejo de nuestra realidad.
Lástima que se abuse de escenas escatológicas, que se bordee el límite del pasteleo en las de amor, y que no pueda escapar de estar dirigida al gran público, eso sí, a un público que sabe reírse con este tipo de comedias gamberras en las que si estás viéndola en el cine cogido/a de la mano de tu chico/chica, igual te da un guantazo cuando te rías.
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