Robert Mulligan dirigió una de las películas más míticas de las que interpretó Gregory Peck, To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor, 1962), y ésta que aquí comento fue su segunda y última colaboración juntos.
Cuenta la relación entre un blanco que trabaja de explorador para el ejercito norteamericano y una mujer que fue raptada por los indios y ha sido mujer de uno de los jefes indios más sanguinarios, de nombre Salvaje. La mujer es rescatada por los soldados y en su huida hacia la civilización junto con su hijo mestizo, será acompañada por el explorador, mientras Salvaje les persigue porque no renuncia en recuperar a su hijo.
No es un western común, la historia muestra la relación entre dos personajes solitarios que acaban juntos por casualidad. Además se ve el sentido de la amistad entre el explorador y un amigo suyo al que inició en el oficio. Todo ello sin mucho dialogo, con imagenes que dicen más cosas que las palabras y usando el género del western para mostrar la incomunicación, la amistad, y una cierta mirada claramente racista tanto por la superioridad de los blancos sobre los pieles rojas cómo por la incomprensión hacia una mujer blanca que ha vivido con ellos y dificilmente será aceptada en una sociedad que le recrimina el ser madre de un mestizo. Es una pena que en la parte final el nivel decaiga y no sepa escapar del tópico del enfrentamiento catalizador, del amor algo gélido pero lógico y de dibujar a un indio sin ninguna profundidad dramática.
Gregory Peck está soberbio y el papel de Eva Marie Saint me ha sorprendido porque no conozco muchos de sus registros a pesar de su extensa carrera. Para mí siempre será la chica del tren de North by Nortwest.
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