Ambientada en los años cuarenta, cuando la radio dominaba el ocio de los hogares norteamericanos, Woody Allen reúne una serie de momentos y hace un retrato nostálgico de su infancia. Es una película que aunque no creo que sea la mejor de su director, no me canso de ver. Se me hace liviana pero maravillosa y disfruto con las distintas historias que se van cruzando con el sonido radiofónico de fondo.
Esta vez, Allen no es uno de los actores, y se limita a estar detrás de la cámara, del guión y de poner la voz al narrador. No hay protagonistas sino una actuación coral. Mirando el casting se pueden contar sobre unos cien actores. Sin duda es una de esas películas que escapan del tópico de que su director siempre hace el mismo filme, porque aquí demuestra su versatilidad para los que todavía no se han convencido de su genio.
Esta vez, Allen no es uno de los actores, y se limita a estar detrás de la cámara, del guión y de poner la voz al narrador. No hay protagonistas sino una actuación coral. Mirando el casting se pueden contar sobre unos cien actores. Sin duda es una de esas películas que escapan del tópico de que su director siempre hace el mismo filme, porque aquí demuestra su versatilidad para los que todavía no se han convencido de su genio.
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