Superproducción que busca la espectacularidad del denominado cine colosal (o kolossal). Ese subgénero cuyo origen se encuentra en determinados momentos históricos, con gran derroche de medios, decorados, extras y argumentos de calado trascendental. Un cine al que los grandes estudios de Hollywood, llevaron a su mayor cima en los años cincuenta.
El film intenta recuperar ese espíritu y por momentos lo consigue de sobra. La guerra de Troya narrada en el clásico "La Ilíada" de Homero, libro de referencia del guión; sirve para crear un despliegue de batallas, héroes, luchas de poder y amores; que nos llevan a contemplar toda una serie de secuencias con efectos especiales muy bien mezclados con escenarios naturales y ejércitos de extras.
Brad Pitt es Aquiles, el héroe invencible de Grecia, que aquí es despojado de su condición de semidios para ser mostrado como un experto luchador. Su interpretación física tiene fuerza y aporta al personaje mucho más que una cara bonita y un cuerpo musculoso. En el lado troyano está un excelente Eric Bana como Héctor, que logra mi interpretación favorita de la película; y luego un flojo Orlando Bloom y un ramillete de secundarios de los que destaco a Peter O'Toole, Brian Cox, Sean Bean y Rose Byrne, en un reparto en que las mujeres escasean.
Wolfgang Petersen sale airoso en las escenas de acción y sobre todo consigue entretener y también mantener la leyenda de unos personajes históricos bien masticados para interesar en la pantalla, así como para que su objetivo de "dejar trascendencia en la historia" (sobre todo en el caso de Aquiles) sea el acertado leit motiv con el que se abre y se cierra la película.