Carlos Iglesias filmó la bonita "Un franco, 14 pesetas" y su ridícula
secuela. Entre medias lo intentó con esta película de españoles en
Rusia, exiliados por la guerra civil y repudiados durante la segunda
guerra mundial. Se agradece la ambientación que se adivina está hecha
con pocos medios. Lo malo es que rechinan los intérpretes, especialmente
el protagonista en la figura del propio director, y ni los alardes
técnicos consiguen llevar a buen nivel a una cinta mediocre, que no
emociona en ningún momento. Lástima porque las intenciones son buenas.
16 de febrero de 2018
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