Cuarta y última entrega de la adaptación cinematográfica de las novelas de Matt Helm interpretadas por Dean Martin en los años sesenta. No tengo duda en que es la peor de la saga y eso que la firma el director que hizo la primera y que, en los títulos de crédito finales, se anuncia una continuación que nunca fue rodada.
Esta vez la trama se arrastra con aburrimiento al igual que vemos arrastrarse a Dean Martin en las escenas de acción y si puede decir que hasta en las de amores-sexuales, porque ya se encuentra bastante talludito para interpretar al agente secreto.
Hay un cambio en el reparto que estaba presente en las otras tres películas ya que MacDonald es interpretado por John Larch cuando hasta ahora le había puesto rostro James Gregory. Las chicas siguen siendo una de sus bazas más atractivas y esta vez tenemos a la exuberante alemana Elke Sommer, la norteamericana Sharon Tate (esposa de Polanski que actúa en su penúltimo film antes de ser asesinada) o la asiática Nancy Kwan. Un ramillete de bellas mujeres para adornar las aventuras de Matt Helm.
Otras novedades son que el malo de turno es el conde Massimo Contini (interpretado por Nigel Green), mucha parte de la acción está ubicada en Dinamarca y siguen apareciendo los inventos de los que el agente secreto se vale para cumplir su misión, entre ellos una cámara que dispara gas narcotizante o un helicóptero desmontable. Al igual que en la primera película de la saga, hay un personaje femenino que hace la labor cómica y para acabar, hay algo en esta última entrega que no soporto: las constantes melodías de canciones de Dean Martin cada vez que hay una escena de amor con una de las chicas.
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