Premiada en el festival de Sitges con el mejor guión y la mejor interpretación femenina, se ha estrenado con críticas que valoran su brillante mezcla de humor británico y serial killer para llevar a la pantalla una genial historia piropeada como original y divertida gracias a su toque de comedia negra.
No le encuentro esa genialidad por ningún lado ni siquiera salvando algún buen chiste (matar es ecológico) y que los dos actores principales están muy bien en sus papeles además de que son los guionistas del invento. Y es que precisamente, inventiva es lo que le falta a esta cinta que tiene una idea original: dos turistas que parecen normales asesinan indiscriminadamente a quién se les cruza en su camino, pero que no llega a desarrollar esa idea de una manera aceptable salvo en que cada vez los personajes van pasándose más en su "hobby" mortífero.
Todo lo que parecía prometer el principio de la trama acaba diluyéndose a medida que avanzamos en un guión que se hace aburrido, que no profundiza ni intenta que comprendamos a los personajes, que solo ofrece inquietud y risas en contadas ocasiones y que, pese a su corta duración, resulta plúmbea y aburrida. Tal vez para un espectador no cuajado en historias que te hacen removerte en la butaca sea una película original pero a mí me hizo desear que se terminara mucho antes de que alcanzara el mínuto 89 de su metraje con el que, con un buen desenlace, llega a su fin.
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