Michael Haneke es un director especialista en angustiarme. Sus películas llegan desde la brillantez a mostrar una mirada sobre la vida que me descoloca por su fatalismo.
En este caso, retrata los últimos días de un matrimonio anciano que debe enfrentarse a la enfermedad de ella. Así que, como bien indica su título, lo que se nos cuenta es el amor que un hombre puede profesar a su amada y lo que significa el sufrimiento que trae la enfermedad por la inevitable degradación de aquello que tanto se quiere.
Sin efectismos ni morbo, más bien con discreción pero tampoco sin ahorrarse momentos duros, la película transcurre con absoluta precisión de cirujano pero tampoco se eleva en la maestría de otras propuestas de Haneke aunque, eso sí, los actores protagonistas están supremos en unos papeles nada fáciles y la película queda en mi memoria visual como la primera vez que voy al cine después de mi separación. El título no puede hacer que me olvide.
0 comentarios :
Publicar un comentario