Su estreno significó un éxito internacional para el cine cubano. Ganadora de varios premios: Goya Mejor película extranjera de habla hispana, Premio del Jurado en Sundance, Oso de Plata en Berlín o de la Nominación al Oscar en lengua extranjera. Seguramente el mayor éxito cinematográfico para ese pequeño país caribeño.
En España se tradujo en incorporación de dos de sus interpretes (Jorge Perrugoría y Mirta Ibarra), sobre todo él, así como el rodaje de la siguiente y última película de Tomás Gutiérrez Alea.
Recuerdo el entusiasmo que me suscitó al verla en pantalla grande ya que por entonces había conocido a varias amistades cubanas y su sociedad era un tema candente en mi entorno. Ahora la vuelvo a ver en DVD y recupero parte de aquel entusiasmo.
Jorge Perrugoría encarna con brillantez a un homosexual que a pesar de amar a su Cuba, reivindica su derecho a ser diferente. La historia de amistad que mantiene con el militante comunista interpretado por Vladimir Cruz, se convierte en una bonita esperanza para el cambio en el sistema político cubano, que ahora (18 años después) se percibe igual de inmovilista.
En mi aficionado al cine también fue mi acercamiento a la filmografía de Tomás Gutierrez Alea, uno de sus codirectores, del que aparte del film rodado en España, Guantanamera (1995), he podido ver Las doce sillas (1962), La muerte de un burócrata (1966) y Memorias del subdesarrollo (1968).
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