11 de junio de 2011

Artículos en El País sobre la versión original en los cines españoles.



Ayer se publicaron dos artículos en el periódico El País, sobre la versión original subtitulada en los cines españoles. Un interesante reportaje de Gregorio Belinchón y un artículo de opinión de Carlos Boyero (que en general, no es santo de mi devoción). Los reproduzco por mi partidismo hacia el cine con las voces originales de los actores en las salas de cine y con pesar por esa verdad,  ya sabida,  de que salvo en Madrid y Barcelona, España sigue siendo presa del cine doblado y sin que en el futuro tenga pintas de cambio.

REPORTAJE

La versión original languidece

 Enlace al artículo orignal en El País.

Las películas en su idioma de origen apenas atraen al 1,2% de los espectadores

GREGORIO BELINCHÓN - Madrid - 10/06/2011 

El público envejece. O se queda en casa porque no hay salas en versión original en su ciudad. O porque la cartelera se empobrece. En cualquier caso, en España, con algo más de 4.000 pantallas (las cifras varían cada día), solo unas 80 están dedicadas a la versión original. Tampoco existen cantidades exactas, porque una semana una sala puede proyectar cine en su idioma nativo y otra en doblado. Por tanto, tampoco hay una contabilidad de sus espectadores. Pero fuentes del sector advierten: si hace más de una década el público de versión original podía suponer el 4% del total, en 2010 a duras penas superó el 1% (en concreto se maneja el 1,2%).

Se acabaron las colas para ver el último título indie estadounidense o una joya serbia. Las causas son distintas según con quién se hable de la industria. Pero más allá del eterno culpable -el doblaje, que ha llevado a varias generaciones de españoles a olvidar que parte del trabajo de un actor se basa en su voz- hay dos problemas repetidamente mencionados. Y los deja claros Enrique González Macho, distribuidor y exhibidor de la cadena Alta Films (83 pantallas, la mitad en V. O.) y, desde hace unos meses, presidente de la Academia de Cine: "Hay un empobrecimiento de la cartelera porque el negocio es menor y, por tanto, la oferta decrece; por otro lado, el sector de la población que prefiere la V. O. envejece. Esa generación creció en los cineclubs; las actuales, en los videoclubs. Hay una gran diferencia: el de la versión original es más culto que el mayoritario. Creo que tiene relación con el empobrecimiento que vivimos en general en todo lo cultural. Deberíamos fomentar el idioma original, apoyarlo en un momento en que el número de salas crece en España. ¿Dónde hay cines en V. O. en nuestro país? Pues donde hay mercado, no te engañes: Madrid y Barcelona". Y poco más: San Sebastián, Palma de Mallorca, Valencia, Sevilla, Vigo, Pamplona o Bilbao, y en muchos casos hablamos de una o dos pantallas. Josetxo Moreno, de la distribuidora y exhibidora Golem -con salas en Pamplona, Estella, Bilbao, Logroño y Madrid-, apunta otro dato: "Una copia doblada cuesta 700 euros; una en V. O., 3.000. En general la gente no tiene por costumbre ir al cine, sino que ve películas evento. Si tienes un filme pequeño no intentas ni doblarlo -el doblaje cuesta unos 40.000 euros-, y te lo llevas a esas salas, con lo que parecen cines de escasa comercialidad". Añade además que la censura creó "el falso mito de que el cine en V. O. es el de arte y ensayo para enviar allí a un tipo de filmes", lo que explicó su auge en los setenta. En Francia, asegura, existen ayudas para mantenerlo. "Aquí eres exhibidor sin más y da igual el tipo de cine que pongas". Moreno ve en cambio un futuro mejor gracias al digital: "No necesitaremos hacer copias dobladas o subtituladas, sino que con un disco duro podremos hacer en una sala dos sesiones en doblado y dos en original del mismo filme en un día". González Macho insiste en la importancia de la educación y de las televisiones, "para que el público aprecie el buen cine europeo".

Enrique Pérez, de los cines Verdi (14 pantallas en V. O. en Barcelona y Madrid), es más crítico con sus compañeros: "La gente no es tonta, y estos meses hay racha de malas películas. Claro, llega un buen Woody Allen y arrasa. Con las nuevas tecnologías nace un nuevo matiz: el que quiere ver una película la ve; ahora bien, dónde la ve es otra cosa. A mí no me cuesta entenderlo, a otros colegas sí. Es cierto que el público envejece. Por eso debemos buscar filmes como Inside job que atraigan a la gente joven. O estrenar clásicos restaurados [ahora mismo proyecta El gatopardo y después pondrá El Padrino I y II, y la trilogía del dólar de Sergio Leone]. Haz tus cines atractivos".

¿Y si vives en una ciudad de provincias sin salas en original? Un caso clásico es Gijón, sede de un festival de prestigio, que en 2010 tuvo 55.000 espectadores. Pero en la comunidad de Asturias no hay circuito comercial de V. O., aunque sí cultural. José Luis Cienfuegos, director del certamen, y programador de las salas Cajastur y de la sala municipal de Gijón, concede: "Claro que el público envejece, porque el de V. O. es fiel. Ya no hay colas como hace 15 años para ver Funny games, pero hay gente con interés. Yo sería optimista por este circuito cultural. Pero sin apoyos morirá". Y quedarán solo los megacentros comerciales con sus Piratas y sus Transformers.


El actor es la voz... y otras cosas

CARLOS BOYERO 10/06/2011 



Cuando estoy de paso en ciudades pequeñas mantengo el vicio de buscar en el periódico la programación de sus cines. Resulta inencontrable, o, simplemente, ya no existen cines. También te miran como si fueras un marciano cuando preguntas si hay alguna sala que exhiba las películas en versión original. Si ya no hay público para el cine doblado, es surrealista imaginar que sea rentable programar un cine en el que se oyen las auténticas voces de sus intérpretes mientras que unos molestos letreros traducen al castellano lo que estos dicen. Al parecer es normal que el gran público sienta alergia ante esa forma de ver el cine, que les resulte incompatible seguir lo que ocurre en la pantalla con leer su traducción.

Confieso que esa labor al principio exige cierto esfuerzo, pero creía que a estas alturas cualquier persona que ame el cine sabía que merece la pena, que solo puedes valorar el trabajo de actores y actrices si escuchas sus voces, que incluso los doblajes más cuidados siempre sonarán a impostura, que cualquier guionista que se respete a sí mismo puede alucinar comprobando cómo han desfigurado sus palabras y sus diálogos al adaptarlos a otro idioma.

Me informan de datos tan aciagos como que solo uno entre cien espectadores elige la versión original en este país. Y quieres creer que cualquier tiempo pasado fue mejor en ese aspecto. La memoria te hace retroceder a 1967, cuando las películas recibían una calificación moral (la cinefilia adolescente podía imaginar mil métodos para colarse en las que recibían un 3R o un 4, equivalentes a mayores con reparos y gravemente peligrosas, presunta droga dura, billetes al infierno), la onanista censura obedecía frecuentemente a razones dadaístas, se podía crear un incesto para evitar un adulterio (Mogambo), escuchabas con los ojos vendados una voz y una entonación determinadas y las identificabas inmediatamente con la inconfundible personalidad de John Wayne, Bette Davis, Cary Grant, James Stewart, Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, Kirk Douglas, Ava Gardner, Orson Welles, Marlon Brando, Paul Newman, Robert Mitchum, Jack Lemmon, Henry Fonda... gente así.

En ese año inolvidable algún espíritu lúcido y generoso logró introducir en España la versión original. También ese concepto tan melifluo del cine de arte y ensayo. No puedo imaginarme a ninguno de los grandes directores de la historia del cine planteándose hacer películas de arte y ensayo. ¿Qué es eso, para qué sirve, cómo se degusta y se digiere? Recuerdo de aquel tiempo iniciático la voz de Bogarde en El sirviente, la de Emmanuelle Riva en la insoportable Hiroshima, mon amour, la de la maravillosa Anna Magnani en Roma, ciudad abierta. En algunos casos, costaba acostumbrarse a la auténtica voz de personajes míticos, pero en cualquier caso, era la suya. En la mayoría, crecía la admiración hacia su arte.

Aunque te hubieras enamorado del cine cuando te lo ofrecían doblado, sentías que te habían estafado, que solo podías juzgar las interpretaciones en versión original. Exagero, con las películas horrendas, da igual. Pienso en la voz, la dicción, el genial farfulleo de José Isbert, uno de los mejores actores que ha dado el cine español. Trato de imaginármelo doblado al ruso, al chino, a cualquier idioma. Y siento escalofríos. Ningún espectador foráneo podría entender su grandeza.

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Afortunadamente tenemos el DVD porque si no...

Yo lo que echo en falta -de siempre- es una pedagogía del cine más activa por parte de las instituciones ¿por qué no crear una red de filmotecas en cada capital de provincia o ciudad importante donde se proyecten obras de cine clásico en v.o.? ¿Por que en Madrid sólo hay una filmoteca, y no cuatro o diez? ¿Por que no hay un buen canal de TV público dedicado al buen cine (y sólo en V.O) y la cultura? La respuesta, supongo, es que todo eso son actividades muy minoritarias a las que no se puede dedicar tanto dinero... pero precisamente por eso habría que invertir, para que dejen de ser tan minoritarias, porque por el camino que vamos, el buen cine clásico acabará por convertirse en algo raro, desconocido y para eruditos como las sagas escandinavas o las cántigas medievales.

xalons dijo...

Ide, completamente de acuerdo contigo. Los responsables de que esto cambie, de que la gente pueda conocer el cine clásico o el cine actual distinto del comercial, pasan de todo, les da lo mismo, no les importa.

Los políticos en general, pasan de la cultura, así que poco podemos esperar de ellos. Cada vez nos tenemos que hacer más autosuficientes, buscarnos la vida y no confiar en que algún mandamás tenga la brillante idea de que una cadena pública puede ser un escaparate ideal para que la gente vea buen cine y en condiciones.

Si, menos mal que nos quedan los DVDs, menos mal que nos queda Internet, menos mal que hay canales privados con una oferta de cine más variada (eso sí, pagando), menos mal que vivo en Madrid, menos mal que ya vi mucho cine clásico y sigo interesado, menos mal que....no espero nada de quién tendría que ocuparse de estas cosas porque si no andaría listo, jejeje.