La actriz Rocío Dúrcal ya tiene 23 años, y ya se va alejando de los papeles de niña prodigio del cine español, para hacer un rol más adecuado a su edad: una azafata que quiere triunfar como cantante y que en su camino conoce a un joven argentino que busca el mismo futuro.
Era común emparejar a actores de ambos lados del charco y esta producción hispano-argentina, dirigida por un argentino, reúne a la madrileña con el también argentino Palito Ortega que acaba siendo el mayor lastre de esta comedia musical, en que salvo algún número (el divertido baile en el avión) y la genial interpretación de José Sazatornil, tiene poco que salvar.
Es verdad que Rocío Dúrcal está muy bien, con desparpajo y naturalidad; también que por allí hay buenos actores como Fernando Rey, Manuel Alexandre o Rafaela Aparicio; pero en general, la cinta aburre y causa sonrojo oír cantar a Palito Ortega, que no pega ni con cola en algunos números de modernidad sesentera, en dónde parece tan despistado como un pulpo en un garaje.
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