James Cagney estuvo casi toda su carrera artística vinculado a la Warner Brothers aunque sus idas y venidas fueron contínuas. En una de sus escapadas montó la productora William Cagney Productions con su hermano y allí realizaron varios films, que solían ser intepretados por James, como en el caso de Blood on the sun.
La trama nos lleva a Japón dónde Cagney es un periodista americano que publica un polémico artículo en el que denuncia el posible plan del emperador nipón por conquistar China, América y el resto del mundo. Las autoridades japonesas intentarán ocultar todo lo que de verdad tiene el artículo periodístico y no ahorrarán ningún método, por sangriento que sea, para lograrlo.
Cagney está maravilloso. Su personaje le permite una interpretación con mucho dinamismo: es valiente, incorruptible, luchador de judo y seductor. Ella es Sylvia Sidney que resulta perfecta en el papel de mujer misteriosa. No solo ella, sino todos los secundarios cumplen con un gran reparto, así como la genial realización por parte de Frank Lloyd, con escenas muy logradas. Destaco las de acción en las que Cagney usa las artes marciales para enfrentarse a los malos y una parte final ambientada en los muelles que no tiene desperdicio. No tengo ni idea pero seguramente sea de las primeras películas norteamericanas en las que se usan las artes marciales. Igual me equivoco.
No hay que esconder que se trata de una película anti japonesa. La segunda guerra mundial estaba ahí y ese Japón no democrático y enemigo de los estadounidenses sirve de excusa argumental, tal vez algo ingenua pero efectiva, para contar una historia entretenida. No puedo evitar volver a pensar que mucho de ese cine norteamericano, en blanco y negro, de los años treinta y cuarenta, esconde grandes películas como ésta. También para darme un toque de atención sobre lo desconocida, en líneas generales, que me resulta la carrera de James Cagney. Espero ir subsanando estas carencias.
La trama nos lleva a Japón dónde Cagney es un periodista americano que publica un polémico artículo en el que denuncia el posible plan del emperador nipón por conquistar China, América y el resto del mundo. Las autoridades japonesas intentarán ocultar todo lo que de verdad tiene el artículo periodístico y no ahorrarán ningún método, por sangriento que sea, para lograrlo.
Cagney está maravilloso. Su personaje le permite una interpretación con mucho dinamismo: es valiente, incorruptible, luchador de judo y seductor. Ella es Sylvia Sidney que resulta perfecta en el papel de mujer misteriosa. No solo ella, sino todos los secundarios cumplen con un gran reparto, así como la genial realización por parte de Frank Lloyd, con escenas muy logradas. Destaco las de acción en las que Cagney usa las artes marciales para enfrentarse a los malos y una parte final ambientada en los muelles que no tiene desperdicio. No tengo ni idea pero seguramente sea de las primeras películas norteamericanas en las que se usan las artes marciales. Igual me equivoco.
No hay que esconder que se trata de una película anti japonesa. La segunda guerra mundial estaba ahí y ese Japón no democrático y enemigo de los estadounidenses sirve de excusa argumental, tal vez algo ingenua pero efectiva, para contar una historia entretenida. No puedo evitar volver a pensar que mucho de ese cine norteamericano, en blanco y negro, de los años treinta y cuarenta, esconde grandes películas como ésta. También para darme un toque de atención sobre lo desconocida, en líneas generales, que me resulta la carrera de James Cagney. Espero ir subsanando estas carencias.
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