Aunque el señuelo comercial se haya centrado en el enfrentamiento interpretativo entre Robert De Niro y Edward Norton, lo que destaca de Stone es la reflexión sobre el sentimiento de culpa en unos personajes educados bajo el yugo de la moral religiosa.
Un funcionario encargado de los informes de las prisiones condicionales, se encuentra envuelto en un turbio triangulo formado por uno de los presos con los que está trabajando y su atractiva mujer. Ella le seduce y le empuja a que su estricta moral se tambalee en una turbia relación de sexo, deseo, responsabilidad y un inesperado descubrimiento del débil fondo de sus convicciones.
Robert De Niro escapa de sus ultimamente anodinos papeles de comedia, para dejar constancia de que no se le ha olvidado actuar. Junto con Edward Norton, Milla Jovovich y Frances Conroy, los actores tejen un drama de ritmo pausado y alto nivel reflexivo.
Puede que no sea una película que entre a saco en los temas planteados, pero su estilo es ir dando pinceladas y dejar que el espectador saque sus conclusiones. Las consignas religiosas que suenan en la radio del coche, la fría relación del matrimonio maduro (acentuada por ese brillante y angustioso prólogo), el juego de miradas entre los personajes que combaten entre sí, o el simple ambiente general del relato, hacen que esta película consiga un desasosiego que golpea en las partes bajas de cierta moral establecida.
No llega ser brillante pero Jhon Curran, del que es la primera película que veo, gana la partida sin necesidad de efectismos que no hubieran venido a cuento En todo caso, me resulta algo cargante la depresión que sufre el preso cuando comienza a buscar algo en que creer, pero tampoco como para echar por tierra el buen sabor que me ha dejado el resto de la cinta.
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