Una boda reúne a dos familias burguesas acomodadas y prácticamente desconocidas entre ellas. El enlace se va a celebrar en una pintoresca iglesia regentada por un cura algo cascarrabias y hasta allí se desplazan los invitados. La razón de haber escogido ese lugar es porque la abuela de la novia quiere volver a reencontrarse con el que fue su amor de juventud.
Lo que nos encontramos los espectadores en Pièce Montée (que es cómo se llama en Francia al pastel nupcial que sale en la película) es una comedia simpática, sin muchas pretensiones, pero que se ve con agrado. Los personajes son la salsa de ésta comedia: los niños con sus trastadas, los adultos desemparejados que buscan ligar, las confesiones de los que sí tienen pareja, y las inevitables escenas que corresponden a una boda religiosa: los preparativos, la ceremonia, el festín o el baile.
Por lo menos y aunque caiga en muchos tópicos habituales, escapa del camino de muchas de esas comedias norteamericanas que utilizan el paisaje de fondo de una boda, para contar historias casi siempre mediocres, endulzadas de cursi romanticismo o de gamberradas para espectadores con pocas luces.
Aquí la película se ve con agrado, aunque no llegue más allá de una historia intrascendente. El director francés Denys Granier-Deferre vuelve a estrenar en la gran pantalla, después de haber estado dedicado a trabajar en la televisión, y lo hace con ésta adaptación de la novela homónima de Blandine Le Callet.
Lo que nos encontramos los espectadores en Pièce Montée (que es cómo se llama en Francia al pastel nupcial que sale en la película) es una comedia simpática, sin muchas pretensiones, pero que se ve con agrado. Los personajes son la salsa de ésta comedia: los niños con sus trastadas, los adultos desemparejados que buscan ligar, las confesiones de los que sí tienen pareja, y las inevitables escenas que corresponden a una boda religiosa: los preparativos, la ceremonia, el festín o el baile.
Por lo menos y aunque caiga en muchos tópicos habituales, escapa del camino de muchas de esas comedias norteamericanas que utilizan el paisaje de fondo de una boda, para contar historias casi siempre mediocres, endulzadas de cursi romanticismo o de gamberradas para espectadores con pocas luces.
Aquí la película se ve con agrado, aunque no llegue más allá de una historia intrascendente. El director francés Denys Granier-Deferre vuelve a estrenar en la gran pantalla, después de haber estado dedicado a trabajar en la televisión, y lo hace con ésta adaptación de la novela homónima de Blandine Le Callet.
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